Cuando Fernanda Urrea convirtió el Gol de Oro que consagró a Chile como campeón mundial de Hockey Patín, no pude evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas. La emoción fue demasiada. De ese deporte no sé nada. De hecho, fue el primer partido que vi en mi vida. No importa, porque un puñado de deportistas de mi país se coronaban como las mejores del mundo, y eso bastaba para haber saltado del sofá ante la mirada incrédula de mi polola. ¿Cuántos deportistas chilenos pueden decir que son campeones del mundo? Supongo que demasiado pocos.
Me alegré por ellas. Sobre todo, porque las entiendo. Porque se lo difícil que es. Porque entiendo que detrás de este triunfo hay años y años de entrenamiento, de esfuerzo, de frustraciones, de golpes, lesiones...sacrificios. Porque se lo frustrante que resulta jugar partido tras partido frente a dos personas en el público, porque conozco la realidad del deporte de mi país, y se que las condiciones no son ni cercanas a lo óptimo. Las entiendo, muchachas, las entiendo. Lo que lograron las denominadas "Marcianas" es, verdaderamente, heróico. No tiene precedentes. Todo aquél que ha participado en la alta competencia puede corroborar lo que digo.
Han pasado 3 horas desde el final del partido, y no he podido sacármelo de la cabeza. Porque, aunque suene extraño, este título es un triunfo moral para nosotros, los deportistas que representamos al país. "¿Cómo? O sea, ¿toda la vida nos quejamos que sólo logramos triunfos morales, y ahora que somos campeones mundiales de algo, piensas eso?" Si, o casi. Porque cuando hemos hablado derrota tras derrota de "triunfos morales", a lo que en realidad nos referíamos era simplemente a derrotas históricas que se transformaron en derrotas históricas con mayor dignidad.
El título de las hockistas es un triunfo moral en otro sentido. Es un triunfo que nos permite soñar. Un título que nos dice: se puede!. Es un logro que ensancha el corazón, alegra el alma, y abre el apetito. Es un campeonato que levanta la moral de todos, pero por sobre todo, de nosotros, los deportistas.
La semana pasada comenzamos nuestro entrenamiento en miras al Sudamericano Adulto de Voleibol, que se disputará en Septiembre del 2007 en nuestro país. El resultado común de nuestro país fluctúa entre el 4º y 5º lugar. Ahí nos movemos a nivel sudamericano. Nuestro objetivo es conseguir una medalla. Pero...Brasil es el campeón del mundo, de los JJ.OO, y de la Liga Mundial. Imbatibles para cualquier selección en el mundo. Argentina está entre los 6 mejores equipos del planeta, y Venezuela entre los diez. Cada uno de esos equipos entrena seis horas diarias, y sus jugadores ganan miles de dólares mensuales, jugando en los más grandes equipos de Europa. Nosotros, todos estudiantes univeristarios que sacrifican tiempo y energía por el mero placer de representar a nuestro país. Para los futboleros, imagínense un campeonato donde juegue Italia, Brasil y, digamos, España, junto a la selección universitaria de Chile. Conseguir el tercer lugar es, por decirlo de alguna manera, complejo.
Nos vamos a preparar bien, mejor que nunca. Muchos congelarán sus estudios para poder entrenar en doble jornada todo el próximo año, verano incluido. Otros, optaremos por posponer nuestro ingreso al mundo laboral. Después de todo, el que no se la juega, no triunfa. El ejemplo está ahi, más fresco que nunca. El triunfo de las hockistas chilenas me ha levantado la moral. Me ha demostrado que se pueden lograr grandes cosas, aún en desventaja.
Las grandes lecciones hay que tomarlas, hacerlas propias. Si ellas, equipo amateur, pudieron, ¿porque no nosotros? ¿Porqué no pensar en el primer lugar? ¿Porqué sentirse derrotado incluso a un año del inicio del torneo? No. Se puede. De mi parte, prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para salir campeón. "Ya...te chalaste!" Puede ser, pero para lograr grandes logros hay que ser un poco loco. Hay que saber mirar más allá de la realidad, y soñar con que ella se puede cambiar.
Gracias, muchachas! Me han abierto los ojos. Vuestro triunfo es un triunfo moral para todos los deportistas nacionales. Nos han permitido soñar.
Deportistas todos: si seguimos quejándonos de que no tenemos apoyo del Gobierno, de la empresa privada o de los medios de comunicación, nunca lograremos nada. La confianza tiene que partir de nosotros. De saber de que somos capaces de ganar. De saber, en síntesis, que los soñadores cambian la historia. ¿Quién me acompaña?
Me alegré por ellas. Sobre todo, porque las entiendo. Porque se lo difícil que es. Porque entiendo que detrás de este triunfo hay años y años de entrenamiento, de esfuerzo, de frustraciones, de golpes, lesiones...sacrificios. Porque se lo frustrante que resulta jugar partido tras partido frente a dos personas en el público, porque conozco la realidad del deporte de mi país, y se que las condiciones no son ni cercanas a lo óptimo. Las entiendo, muchachas, las entiendo. Lo que lograron las denominadas "Marcianas" es, verdaderamente, heróico. No tiene precedentes. Todo aquél que ha participado en la alta competencia puede corroborar lo que digo.
Han pasado 3 horas desde el final del partido, y no he podido sacármelo de la cabeza. Porque, aunque suene extraño, este título es un triunfo moral para nosotros, los deportistas que representamos al país. "¿Cómo? O sea, ¿toda la vida nos quejamos que sólo logramos triunfos morales, y ahora que somos campeones mundiales de algo, piensas eso?" Si, o casi. Porque cuando hemos hablado derrota tras derrota de "triunfos morales", a lo que en realidad nos referíamos era simplemente a derrotas históricas que se transformaron en derrotas históricas con mayor dignidad.
El título de las hockistas es un triunfo moral en otro sentido. Es un triunfo que nos permite soñar. Un título que nos dice: se puede!. Es un logro que ensancha el corazón, alegra el alma, y abre el apetito. Es un campeonato que levanta la moral de todos, pero por sobre todo, de nosotros, los deportistas.
La semana pasada comenzamos nuestro entrenamiento en miras al Sudamericano Adulto de Voleibol, que se disputará en Septiembre del 2007 en nuestro país. El resultado común de nuestro país fluctúa entre el 4º y 5º lugar. Ahí nos movemos a nivel sudamericano. Nuestro objetivo es conseguir una medalla. Pero...Brasil es el campeón del mundo, de los JJ.OO, y de la Liga Mundial. Imbatibles para cualquier selección en el mundo. Argentina está entre los 6 mejores equipos del planeta, y Venezuela entre los diez. Cada uno de esos equipos entrena seis horas diarias, y sus jugadores ganan miles de dólares mensuales, jugando en los más grandes equipos de Europa. Nosotros, todos estudiantes univeristarios que sacrifican tiempo y energía por el mero placer de representar a nuestro país. Para los futboleros, imagínense un campeonato donde juegue Italia, Brasil y, digamos, España, junto a la selección universitaria de Chile. Conseguir el tercer lugar es, por decirlo de alguna manera, complejo.
Nos vamos a preparar bien, mejor que nunca. Muchos congelarán sus estudios para poder entrenar en doble jornada todo el próximo año, verano incluido. Otros, optaremos por posponer nuestro ingreso al mundo laboral. Después de todo, el que no se la juega, no triunfa. El ejemplo está ahi, más fresco que nunca. El triunfo de las hockistas chilenas me ha levantado la moral. Me ha demostrado que se pueden lograr grandes cosas, aún en desventaja.
Las grandes lecciones hay que tomarlas, hacerlas propias. Si ellas, equipo amateur, pudieron, ¿porque no nosotros? ¿Porqué no pensar en el primer lugar? ¿Porqué sentirse derrotado incluso a un año del inicio del torneo? No. Se puede. De mi parte, prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para salir campeón. "Ya...te chalaste!" Puede ser, pero para lograr grandes logros hay que ser un poco loco. Hay que saber mirar más allá de la realidad, y soñar con que ella se puede cambiar.
Gracias, muchachas! Me han abierto los ojos. Vuestro triunfo es un triunfo moral para todos los deportistas nacionales. Nos han permitido soñar.
Deportistas todos: si seguimos quejándonos de que no tenemos apoyo del Gobierno, de la empresa privada o de los medios de comunicación, nunca lograremos nada. La confianza tiene que partir de nosotros. De saber de que somos capaces de ganar. De saber, en síntesis, que los soñadores cambian la historia. ¿Quién me acompaña?