Wednesday, October 15, 2008

Emociones

Les dejo algo que escribí hace poco, pero pasó hace ya más de un año.

“Y llegó el gran día del debut. Llega ese día por el cual estuviste trabajando tanto tiempo. Te levantas en la mañana a tomar desayuno, y se respira un aire distinto, donde se entremezcla optimismo y tensión. Se habla poco y se piensa mucho. Todos sabemos que anoche costó quedarse dormido, y se refleja en las caras. Conforme pasa el día, la espera se hace interminable. Tratas de dormir siesta, pero no resulta fácil. Sólo quieres entrar a la cancha. A esa cancha que estará colmada de 6000 personas que van a ir a ver si Chile hace algo distinto. Sabes que estarán tus familiares y amigos, que por fin podrán ver cuánto has mejorado.

Nos subimos al bus y vamos rumbo al gimnasio. Antes de salir, un fuerte “Vamos Chile!”. Llegamos y hay gente esperando entrar. Nos alientan y las pulsaciones suben. Entramos al camarín y empezamos a vestirnos para el debut. Los “calcetines de la suerte” y vendajes cabaleros hacen su aparición. Faltan 10 minutos y se escucha a lo lejos un sonoro “Ceachei”. Ahí aparece el miedo. Cierras los ojos y sabes por todo lo que has pasado tu y tus compañeros. Recuerdas todas las horas de entrenamiento. La sangre en las rodillas. Las lesiones, los viajes, las peleas, los esguinces de tobillo y dedos. Y tienes miedo. Miedo de que no valga la pena. Miedo de lesionarte justo ahora, de ir a la banca, de hacer el ridículo, de perder…

Entras a la cancha y el público te recibe con un estruendo. Comienzas a trotar y te sientes pesado. Agarras una pelota y empiezas a soltarte. Las manos transpiran cada vez más. De pronto, ese miedo se convierte en confianza. Confianza en que todo lo que has hecho se va a plasmar en la cancha. “A los peruanos les ganamos”. Comienza el partido y es parejo. De a poco empiezas a sacar ventaja, y de pronto, Chile es un vendaval. Triunfo categórico y por fin respiras. Ahora viene Paraguay, y la definición del paso a semifinales.

Ganamos el primer set, y jugando bien. El segundo se complica y lo perdemos. Tercer set, y la cuenta no nos favorece. Te sacan, y no importa. Ojalá que el Rafa lo haga mejor que yo. Y lo consigue. El cuarto es un trámite y pasamos a semis. Saltas desde la banca a abrazar a tus compañeros. Te acercas al Rafa, que te reemplazo, y lo felicitas. Sientes que este es un triunfo del equipo. No hay sentimiento como ese. El sentimiento es de plenitud y sientes que la alegría te desborda. Quieres abrazar a todo el mundo, y agradecer. Todo es alegría. Te sientas y lo entiendes. Ganamos porque lo pasamos bien jugando. Porque lo disfrutamos. Y cuando lo pasas bien, el juego se convierte en un fluir constante, donde los pensamientos son de optimismo. Te das cuenta que resultó tal como lo habías imaginado la noche anterior. En la cabeza, ya lo habías ganado. Luego, sólo había que transmitírselo al cuerpo. Vamos por las semis.

Al frente, Brasil. Quíntuple campeón mundial consecutivo, ganador de las últimas dos olimpiadas, e invicto en torneos sudamericanos. Le hicimos un partidazo, pero no se pudo. Al final, disputaremos el tercer lugar contra Venezuela.

Sabes que nunca le has ganado a Venezuela, y no importa. Sabes que son jugadores profesionales, y no importa. Ves como con insultos intentan sacarte del partido, y no importa. Vas jugando bien, pero pierdes dos set a uno. En el cuarto, tienes set point y en el quinto sabes que lo ganas. El público no deja de gritar. Es ensordecedor y eso estremece. Ahora si que haces historia. De pronto, un punto extraño y pierdes el partido. Desazón, frustración, rabia. Lo diste todo. Estaba todo dado para cambiar la historia. Y no. Portazo en la cara. No recibirás medalla…

Llegas al camarín y hay compañeros llorando. Los entiendes y compartes el sentimiento. El dolor no es físico. No importan las heridas en los pies, ni la fractura en el dedo meñique. El dolor es del alma. Cierras los ojos y se hace claro. De esto hay que aprender. Estábamos preparados, pero no estábamos listos. De esto hay que aprender. La vida da revanchas, y por eso no me puedo permitir no aprender”.

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